EL AMANTE DE MI ESPOSA - Microcuento

EL ESPOSO DE MI AMANTE

(ó principios para una metafísica de la libertad)

----------------------------------------------------- 0 š------------------------------------------------------

Por: Hanks Bandini

  • "No desearás la mujer de tu projimo" (IX Mandamiento. Éx. 20,17)
  • "Adulterio.- El acceso carnal que un casado tiene con mujer que no sea la legítima, o una casada con un hombre que no sea su marido. Constituye una violación de la fe conyugal". (G. Cabanellas de Torres)
  • Artículo 333.- Causales: Son causas de separación de cuerpos: 1. El adulterio. (Código Civil)
  • El Código Penal de 1991 deroga el delito de "Adulterio" contemplado en el anterior Código Penal del 1924, argumentando haberlo suprimido porque no constituye conducta que lesione o ponga en peligro un bien jurídico. (Código Penal - D. Leg. 635, Exposición de Motivos, capítulo: Innovaciones propuestas en la parte especial, ítem 14).

Son las cinco de la tarde, el cielo está gris, o celeste oscuro. Yo estoy aquí, parado, como un estúpido, esperando, como casi siempre. Estoy aquí, en el muelle del Callao. Al frente, encarmada por el agua, se puede ver una isla que dicen visitó el autor de "La selección de las especies", Charles Darwin.

Ahora son las seis de la tarde, el cielo sigue gris, panza de burro, y al fin el barco al que espero llega, humeante, agonizante pero triunfador. Lanzan el puente del barco a tierra y bajan los pasajeros. En medio de la multitud llega ella, mi esposa, acompañada de su madre y de sus dos esclavas negras. Viene esplendorosa, altiva, bella, esbelta, sensual, deseable, perfecta. Debería alegrarme pero la verdad yo sólo puedo pensar que no ha venido por mí sino por él; ha venido ha entregarse a él, su amante, sin siquiera importarle que yo esté aquí, y que sea su esposo. Pero aún así, sé que esta tarde gris debo recibirla sin desgarrar mi corazón, sé que tengo que sonreir y abrir mis brazos para abrazarla como quien no sabe nada, aunque en realidad sé, sé que no ha venido por mí, sino por su amante. Pero, ya en los hechos, las circunstancias me obligan a mostrarme "honorable"; por eso pongo esta cara de marido estúpido pero digno, de esposo ignorante, ingenuo, noble, sereno, y la saludo cordialmente, hasta amorosamente; sin embargo, "estoy seguro que todos saben que sé", y todos me miran riéndose para sus adentros, o compadeciéndome, ¡a mí!, al pobre viejo!, "¡bestias! Id a elevar su vanidad lejos de mi". Todos saben que me es infiel, que ella está aquí, no por mí, sino por su amante, que viene a pedido de él. Y yo, ¡maldita sea!, he de recibirla con esta cara de estúpido, obligado por el protocolo de ser su esposo legítimo. Pero pongo cara sonriente y me digo: "debo vencer estos sentimientos que me aferran al dolor, debo ser honorable, digno", pero la verdad preferiría ¡gritar!, y matar al ofensor, al amante de mi mujer. Lo haría ahora mismo si no fuera que soy "un cobarde", lo haría si no fuera que luego sería tildado de traidor, y muerto también. Yo, que soy el ofendido, moriría si alzara una mano en contra del amante de mi mujer; porque ellos, todos creen que primero es la libertad, y que es justa la causa de la Libertad, me matarían y luego dirían "una mujer no es excusa para matar al gran hombre de la Libertad", al libertador.

- ¡Hola señora mía¡ -digo.

- ¡Hola amor!, ¡Siempre suya!, y agrega:

- ¿Me has extrañado, cariño mío; cómo está el clima?, -dice mientras me mira con picardía, acaso pensando en lo que hará más tarde, con él, con su amante.

- ¡Claro, amor!, ¡Muchísimo! -replicó, y esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

Me resigno entonces, pero no puedo dejar de imaginar lo peor: "ellos se encontrarán luego, en la tierna noche, al amparo de valerosos caballeros de uniforme, que cuidarán no se estorbe a la "patriota" pareja infiel". Y luego, así custodiada su adulterio se entregarán al amor, ella con su sexo abierto por el deseo, él frenético por la lujuria; y luego gritarán, gemirán, hasta llegar al éxtasis, golpeando sus cuerpos con la furia de la infidelidad y del deseo postergado. Mientras tanto a mi sólo me queda resignarse. Sé que ella ha venido a una gran obra, a entregarse al gran Libertador. Sé que ella le entregará su cuerpo desnudo, sus carnes suaves, blancas, jugosas, que se acoplarán perfectamente al sexo de él. Y es por eso que prefiero no pensar por no gritar, no quiero pensar que hay en mi un horrible sentimiento que me castra, que me anula, que me hace impotente y resignado, que me hace "un cobarde", o "un santo". Pero a pesar de todos mis insanos pensamientos sólo atino a decir:

- El clima está espléndido en Lima, mi señora; además he mandado a preparar un banquete para que deleite tu paladar. Espero te guste

- Oh, gracias querido. ¡Claro que me gustará! No te hubieras molestado -replica.

- Es sólo lo que te mereces -digo, y pienso que la verdad merecería morir, o sino ser castigada por lo menos, por atreverse a serme infiel, por impúdica y descarada, pero callo todo eso que pienso.

- ¡Oh, qué lindo!, replica.

Subimos al coche y en el trayecto yo solo puedo pensar: "A partir de hoy todas las noches él la esperará en su alcoba y la poseerá brutalmente, con esa pasión que da el amor de un hombre fuerte y fanático; ella se entregará a él atrapándolo como una araña atrapa a su presa, y lo devorará. Ambos, luego del sexo, reirán, y sabrán que vencen a la moral y a la ley, reirán, reirán, más y más, hasta que el sonido se perpetué en las paredes y se esparza al compás del viento. Lo paradójico y angustiante de todo esto es que las Leyes dicen que ella es ¡mi esposa!, ¡mi mujer! ¿Acaso habrá más impune mentira legal? ¡Ella en este momento es del otro, del libertador!, ella es mi esposa pero es también "su mujer", aunque los papeles digan que no, que es mi esposa. Aunque el mundo entero sepa que en papeles ella es mi esposa. ¿Si al menos su infidelidad fuera secreta?, ¡pero no!, ¡tenían que hacerla pública!, y me dieron allí donde más le duele a un hombre, en la vanidad, en el orgullo de macho castrado".

Miro mi sexo débil, flácido, viejo, y entonces siento que ella tiene razón en serme infiel. ¿qué puedo ofrecerle yo que no sea amor de viejo, cansado, gastado y efímero? Si al menos lograra que me admire, ¡pero no!, no me admira, y menos me desea. Hoy brutalmente vengo comprobando que es cierto aquel refrán que reza: "a la mujer, como el bumerang,: s i la tiras bien regresa", pero yo no puedo cumplir este refrán y me resigno a maldecirlos. Hubiera deseado dejarla, pero aún la amo. Es éste sentimiento estéril, como yo, que me atrapa y embriaga, dejándome exhausto, acabado y resignado.

Sé que al verme, las gentes gritarán en silencio ¡imbécil!, y algunos pensarán: "pobre viejo, seguro ya no funciona como hombre y el miedo a la soledad lo congelan, lo hacen resignarse". Tal vez tengan razón. Sí, hay en mi algún maligno sentimiento de resignación que me castra hasta la voluntad. Sólo me consuela, de alguna manera -consuelo de tontos-, saber que él le es infiel. Sé que ella sabedora de eso aprieta su vagina, maldiciendo para adentro. Sé que cuando le hace el amor, lo hace con la furia secreta de la revancha y la impotencia. Sé que intentará acorralarlo entre su sexo y la muerte, sé que querrá sentirse su dueña, que querrá aferrarse al concepto de "amante oficial" y luego, al final, llorará arcanamente.

El la amará por instinto, pero sin convicción de fidelidad, él la amará por instinto -como se debe amar a todas las mujeres-, y ella lo amará más bien con resignación. Se apretará como queriendo fundirse a él, con furia, y luego, tal vez soltará una lágrima silenciosa y regresará a mi. El -el que hace de mi mujer "la infiel"-, es un gran hombre, es el Libertador. Ese es el hombre que liberó a América sureña, pero que esclavizó mi alma y mi cuerpo a una triste y resignada postergación; ese hombre es el libertador: Don Simón Bolívar.

aztododerecho@gmail.com
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar